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   El Valle del río Naviego discurre entre la cota más alta del municipio de Cangas del Narcea -y de Fuentes del Narcea-, el Cueto de Arbas, y la aldea de Las Mestas, donde se une al río Cibea para pasar a denominarse río Luiña, desembocando en la villa de Cangas del Narcea sobre el propio río Narcea.

   La cabecera del valle, vista desde la áerea carretera del puerto de Leitariegos, es una de las zonas de montaña más hermosas de la comarca, con tres magníficos bosques: el que alfombra la ladera noroeste del Cueto de Arbas, el bosque mixto del Monte del Gato y el Monte del Oso, éste último en el valle de Riomolín. Actualmente toda esta zona está englobada dentro de la Reserva Natural Parcial del Cueto de Arbas, debido a su alto valor natural.

Alto Valle del Naviego en invierno. Al fondo, en el centro, el Cueto de Arbas


   El Puerto de Leitariegos es la localidad más alta de Asturias, con sus 1.525 metros de altitud. Parece mentira que un puñado de seres humanos decidiera establecer su residencia en tan inhóspito lugar, y más teniendo en cuenta la crudeza de los inviernos de antes y la precariedad de medios para combatirlos.

   Actualmente, es principalmente conocido por la Estación Invernal de Leitariegos que, aunque a pocos metros de distancia, ya pertenece a la provincia de León. De Leitariegos parte la ruta de ascensión al Cueto de Arbas, último dosmil de la cordillera Cantábrica hacia el oeste. A sus pies, la Laguna de Arbas o, como se conoce en la zona, la Laguna del Puerto, que es la más grande de toda la comarca.

Puerto de Leitariegos y Laguna de Arbas



¿Cómo se entra en casa?
Ermita de Leitariegos, enterrada


   Brañas de Arriba y Brañas de Abajo, a pesar de su nombre, ya no son cabañas para los pastos de verano, sino entidades de población. Sobre Brañas de Abajo, La Farruquita o Venta La Farruquita, en la misma carretera general, fue, como su nombre indica, un alojamiento en el Camino Real que se dirigía de Cangas a Laciana. Sólo cuenta con una casa, hoy vivienda particular, y una carpintería.

   Hace algo más de un siglo, Brañas de Arriba era la capital del concejo de Leitariegos, entonces independiente del de Cangas de Narcea (o Cangas de Tineo) y contaba con juzgado y cárcel propia. Hasta la década de los 70, aún muchas de sus casas tenían techumbre vegetal. La última de ellas, Casa Vaqueiro, se vino abajo hace varios años. El emplazamiento de este pueblo es de los más bellos de toda la comarca.

   El libro Aventureros del tiempo, del escritor lacianiego Julio Álvarez Rubio, trata de los aconteceres de estos pueblos a lo largo de la historia, como puntos fundamentales en el tránsito entre Cangas del Narcea y Laciana. Un libro clasificable dentro de la erudición histórica, aunque ameno y de lenguaje accesible y que, por el descomunal trabajo de investigación que requiere una obra como ésta, es, como bien dice Néstor Baz, 'un libro muy difícil de escribir'.

Las cortinas de nieve de la primera nevada del otoño sobre Brañas de Arriba
Brañas de Arriba y su centinela, el Cueto de Arbas
Esta nevada incomunicó Brañas de Arriba durante algunos días. En una cuadra, las vacas de Feliciano llevaban tres días sin comer...
Antigua cárcel de Brañas de Arriba




Brañas de Abajo, en dos núcleos, abajo. La Farruquita, arriba, en la carretera general



Brañas de Abajo
Capilla de San Antonio, en Brañas de Abajo



   Trascastro, final de carretera, debe su nombre al castro que se levanta a la entrada del pueblo, donde se encuentra la Ermita de Santa Isabel. En las fachadas de dos de sus casas se conservan escudos familiares. En una de estas dos casas, Casa Atilano, nació el actual obispo de Sigüenza, Atilano Rodríguez. También nació en Trascastro el fundador de la empresa alimenticia Reny Picot. De Trascastro parte un camino que recorre el tramo más interesante del río Naviego, rodeado de inmensas laderas boscosas y que finaliza al pie del Cueto de Arbas, en las Brañas de Villar de Arbas.

Vegameoro, Arbas y Trascastro, de abajo arribaTrascastro



                                            Casa de Trascastro



   Arbas es el más pequeño de los tres, y poseía brañas propias, justo en la ladera al sur del pueblo, pero actualmente están en ruinas y engullidas por la vegetación. Vegameoro es una aldea de casas grandes, por lo general vistosas y homogéneas, salvo dos o tres llamativas excepciones. Una de sus casonas posee una ermita privada. Su braña se encuentra a caballo de un estrecho cordal visible desde el pueblo. En Vegameoro reside Vicente Calzón, madreñero. Nacido en Corés, Somiedo, llegó aquí en su juventud y durante seis décadas de trabajo ininterrumpido, de sus manos salieron miles de madreñas. Todavía con 82 años, Vicente acudía a la villa de Cangas a algún mercadillo tradicional con sus creaciones.

Vicente Calzón y su mujer, Edelvina, en una de las escapadas de invierno a buscar el sol que Vegameoro no recibe



ArbasCalle de Arbas en el mes de febrero



Vegameoro. A la izquierda del todo, ligeramente aislada, la Capilla de San Joaquín. Más arriba, en la casa blanca más alta del pueblo, reside y tiene su taller Vicente Calzón, el entrañable madreñero. Por la foz boscosa en el medio de la fotografía desciende el río Molín, para unirse poco después al río Naviego.

              Brañas de Vegameoro
                         Vegameoro invernal




   Corros. A cualquier vecino del entorno al que le menciones que has realizado una visita a la aldea de Corros, una de las más aisladas de toda Asturias, te preguntará: ¿viste a Pepe?

Pepe -José Santor-, único habitante permanente de Corros durante casi 25 años, completamente solo durante el invierno. Inviernos muy, muy largos. En febrero y marzo del año 2005, un especialmente frío y nevoso invierno le mantuvo incomunicado durante más de un mes seguido. No es que Pepe hiciera muchos viajes valle abajo y lo fuera a echar de menos, sino que es que tampoco pudo subir en el vehículo todoterreno su hermana Alicia con el stock de víveres que, puntualmente cada sábado, le solía reponer. Solamente el infatigable Damián alcanzó a suministrarle alguna hogaza de pan y algunos ratos de compañía. También él hubo de abrir huella en la espesa capa de nieve para ayudar a descender a una vaca paridera, de las tres que ya sólo tenía Pepe y a la que él no podía atender solo. Ya casi al final de su presidio blanco, la chimenea cedió bajo el excesivo peso de la nieve acumulada sobre el tejado y cayó por delante de su ventana, bajo sus atónitos ojos. En aquellos momentos no pudo sino pasársele por la cabeza aquel alud de nieve, ya años atrás, que arrasó los molinos del pueblo, a unos centenares de metros de su propia casa. Esta vez, los daños fueron otros: no pudo volver a utilizar la cocina de carbón y leña, que es la única fuente de calor con que cuenta la casa. Afortunadamente, ya quedaban pocos días de temporal. Eso sí, uno de ellos, récord histórico de bajas temperaturas de los últimos treinta años.

Casa de Pepe, en Corros. La mitad inferior de la cancilla está bajo la nieve

   La historia de Corros es una historia que se ha repetido, con otros personajes y particularidades, en tantos otros lugares de Asturias, León o Huesca. Y de otra manera, está ocurriendo en muchas aldeas de esta misma comarca, a las que salva del total abandono el acceso por carretera. Corros no tiene carretera, ni la tendrá. Tampoco tiene luz eléctrica ni telefonía fija. Pepe sobrevive con dos placas solares, que le dan para alguna bombilla y para recargar la batería del teléfono móvil. El acceso está vedado para automóviles y, vista la estrechez del camino y el abismo al borde del mismo, seguramente también para muchos conductores de vehículo todoterreno. Pepe aguanta, pero con 78 años, mala vista y piernas poco firmes, cualquier día saldrá de su pueblo para no poder volver a él.

   A Pepe, que nunca fue al médico, parecieron juntársele de un solo golpe todos los males que había ido esquivando durante toda su vida. En el año 2006, una vaca lo arrolló y, pasándole por encima, le fracturó un pie por varios puntos. Sin teléfono móvil, que le había quedado en casa, tuvo que regresar al pueblo a gatas, para una vez allí, llamar y esperar a que alguien pudiera ir a buscarle. Luego, en el hospital, pareció que todo el valle del Naviego se presentó en su habitación. Había tanta gente deseando verle, gente que durante años no había podido subir a Corros a visitarle que, tan a mano como estaba ahora, no se podía dejar pasar tamaña oportunidad para pasar a saludarle. A la maltrecha pierna se le sumaron una operación de vesícula, la de una hernia y otra de cataratas. Ahora, ya superado tanto contratiempo, Pepe volvió a pasar otro invierno en Corros, aunque éste, para su alegría, fue un invierno leve.

El camino que atraviesa Corros, borrado del mapa
                 Capilla de San Salvador

El hórreo de Pepe, desafiando las leyes de la física, no cae ni con las más copiosas nevadas
              Pepe, en la cocina de su casa



   Al fondo de uno de los más fotogénicos valles de Cangas del Narcea se encuentra Riomolín. Sombrío y gélido en invierno, fresco y sereno en verano. El acceso desde Vegameoro hasta Riomolín tiene casi más encanto que la llegada al propio pueblo. El río Molín, que discurre por ese valle, da nombre al pueblo. Si estamos atentos a la orilla del río antes de entrar al pueblo, deduciremos el porqué. Al fondo del valle, cerrado por los Altos del Monteiro, de más de 1.900 metros de altura, se localiza el último campo de nieve en derretirse al inicio del verano en todo el concejo de Cangas del Narcea, que es lo mismo que decir desde Leitariegos hasta el Océano Atlántico. Se trata de la Nevera del Reconco, que los más viejos del lugar recuerdan haber visto resistir hasta entrado el otoño hace ya unas cuantas décadas. Situado a algo más de 1.800 metros de altura, permanece vivo casi durante un mes después de la desaparición de los últimos neveros del Cueto de Arbas, bastante más altos.

                           Riomolín                    Uno de sus molinos




   Villar de Rogueiro, aunque próximo a Riomolín, difiere de éste en las muchas horas de sol que recibe a lo largo del día. Está colgado de una ladera mirando al este, a 1.250 metros de altitud, la misma altura y orientación que Corros.

Villar de Rogueiro, a la derecha de la fotografía, bajo el Cueto Rogueiro. En el medio de la loma en primer término se levantan las Brañas de Vegameoro
                    Villar de Rogueiro





El Cueto Rogueiro. Algo más abajo del punto medio de la fotografía, donde termina la arboleda y comienza el terreno abierto, se encarama Villar de Rogueiro.


   San Romano de Arbas podría presumir de ser uno de los mejores balcones de todo el valle. Está situado en una fuerte pendiente por encima de Vegameoro y sólo cuenta con tres casas. La ermita de San Romano, pequeña, discreta, pero con el encanto de lo diminuto y de lo austero, es el mejor mirador del ya de por sí buen oteadero que es esta aldea.

El extendido San Romano, con su ermita arriba a la derecha
                  Ermita de San Romano


   Villager es una curiosa aldea de sólo cuatro viviendas, de las cuales todas están ocupadas. Curiosa teniendo en cuenta la tendencia masiva a la despoblación de esta comarca, en que poblaciones más grandes que ésta cuentan con menos vecinos. En Villager está la última escuela en funcionamiento hasta el límite provincial, un edificio construido en los años 40. Villager tiene sus pastos de verano en las Brañas de Oschadas.

La escuela de Villager, bajo la nevada
El acceso a Villager, con 30 cm. de nieve



Curro pasta en los prados entre Villager (arriba) y la escuela


   Vega Rey es la mínima expresión de aldea, con dos viviendas, ambas con vecinos, y se encuentra a escasa distancia tanto de Villager, como de Vegameoro y San Juliano.

Vega Rey, de verde
Vega Rey, de blanco



Villager desde las alturas. La escuela, aislada por debajo del resto del pueblo. Más a la izquierda, justo tapado por el cerezo, estaría Vega Rey


   San Julián de Arbas, conocido por todos como San Juliano, es el pueblo que da nombre a la parroquia de este área. En San Juliano se levanta la iglesia del mismo nombre, de origen románico, aunque modificada y parcheada a lo largo de los siglos. Junto a ella crece un monumental tejo. El pueblo es pequeño, y tiene edificaciones a ambos lados del río Naviego. Es difícil de ver desde arriba, debido a que está asentado en el fondo mismo del valle, aún estrecho.

San Juliano
San Juliano
Iglesia de San Juliano, de origen románico
Panera de San Juliano, al otro lado del río


   Gelán, Xelán para muchos de los locales, es aldea de fin de carretera, comunicada por un tramo de cemento desde San Juliano. Vista desde la ladera de enfrente resulta simpático, con casi tantos hórreos como casas y otro hórreo más, solitario, dando la bienvenida al pueblo cien metros antes de llegar. Tiene varias casas habitadas.

   Durante una visita reciente a Xelán a hacer algunas de estas fotografías, poco antes de llegar al pueblo, una vaca pacía peligrosamente por encima del talud de la carretera, a escasos centímetros del borde. Demasiado cerca, porque a nuestro regreso, pocos minutos después, el muro cedió y la vaca, milagrosamente, se salvo de una buena caída sobre la pista encementada, que quedó como aparece en la fotografía de abajo.

El hórreo cancerbero de Xelán
GelánLa vaca argaxiadora

LindotaHórreo en Lindota
Lindota, visto desde Xelán

   Lindota es un pueblo más grande que los anteriores, alineado por pisos en la ladera, y con capilla. No es visible casi desde ningún sitio en la ladera en la que está asentado, por lo escondido de su posición. Tiene sus brañas por encima de la carretera del Puerto, en la Sierra de San Chobao. Aunque su estructura, sin una calle principal, no parezca invitar a la visita, sí merece la pena asomarse a cualquiera de sus dos entradas (de la misma carretera), para ver su buena colección de añejos hórreos.


   Vallao (Vallado) está situado a horcajadas del cordal que separa los valles del Naviego y el de Cibea, en una gran collada entre la Sierra de Sobrebrañas y la de San Chobao, que no es sino la misma sierra con nombres distintos para dos sectores consecutivos. Próximo a él, La Chabola de Vallao, una histórica posada, cuenta con un afamado establecimiento hostelero y algunos alojamientos. Ambos núcleos pertenecen a la parroquia de Cibea, aunque geográficamente La Chabola se encuentre en la otra vertiente, la del Naviego, y Vallao esté en la misma divisoria de aguas.

VallaoLa Chabola de Vallao



El conjunto de alojamientos de La Chabola de Vallao, en primer término. Detrás, el pueblo de Vallao. El bosque entre ambos oculta a la vista una enorme casona.

   Miravalles está atravesado en canal por la carretera que, procedente de La Pachalina, distribuye el tráfico a numerosos pueblos. Es una aldea pequeña, pero de construcciones de grandes dimensiones. Una de ellas es un palacio, aunque debido a la similitud de tamaño de otra casa próxima, sin pistas no sabremos cuál es a primera vista. Por supuesto, el nombre del pueblo no podría ser más apropiado.

Miravalles, con su palacio de teja roja
Miravalles


   La Pachalina apenas sería conocido (sólo cuenta con dos viviendas) si no fuera porque se encuentra en el cruce de carreteras de donde parte la que da servicio a trece aldeas del valle del Naviego. Por ello, también cuenta con parada de autobús.

Carretera del Puerto, en La Pachalina, entre paso y paso de la máquina quitanieves.
Chamuscas, simpático habitante de La Pachalina, en otro invierno de perros


   Siguiendo la carretera del Puerto de Leitariegos ladera abajo, poco más allá de La Pachalina aparece El Otero, con el único bar-tienda en una buena porción del valle del Naviego. Esta localidad tiene su mayor número de casas por debajo de la carretera, en la empinadísima pendiente. Justo en su vertical, a menor altura en la misma estrecha loma, están Otardejú y La Fonda, consistiendo ésta última en sólo un par de casas. El acceso desde El Otero a estas otras dos aldeas, para los que nunca lo han utilizado, parece a simple vista cosa de locos, porque la primera rampa -no es que las siguientes sean menos pindias- al enlazar con la horizontal carretera del Puerto, se antoja conducente al suicidio. Pero contrariamente a cualquier aparente lógica, si encaminamos nuestro coche por ese presunto precipicio, luego no lo es tanto. Pero eso sí, para aquellos que tengan desavenencias con el embrague de su vehículo y que teman sufrir un parón en plena rampa de subida en el regreso, mejor es que lo aparquen en El Otero y hagan el paseo andando (el itinerario de vuelta es excelente para el colesterol, pues son casi 200 metros de desnivel en sólo un kilómetro de cemento).

El Otero
OtardejúLa Fonda


   Por primera vez en nuestro descenso del Puerto de Leitariegos -suponiendo que es ése el sentido de marcha que llevamos- aparecen poblaciones monte arriba de la carretera. Al contrario que Vallao, que está aproximadamente a la misma altura que la carretera general, La Linde y Caldevilla de Arbas están ya claramente por encima. Ambos son núcleos bastante uniformes arquitectónicamente. Rubial, al contrario, está por debajo de la carretera general, dispone de una capilla y de una enorme panera a la entrada del pueblo.

Caldevilla de Arbas

Caldevilla de Arbas (derecha) y Rubial (izquierda), bajo la mole del Pico Sieiro
Hórreo recién techado en Caldevilla de Arbas
Casa de Caldevilla de Arbas

   Caldevilla de Arbas es una aldea que merece una visita exclusiva. Y no es que sea mucho tiempo el empleado, porque se recorre en un santiamén. Es un núcleo muy compacto, recogido, con buena arquitectura. El vehículo es mejor dejarlo en alguna de las curvas de la rampa de ascenso desde la carretera general, que luego dar la vuelta en sus calles da cosa. Justo en la carretera principal, aislado del resto, está El Valiño, una sola casa que alberga en una de sus dependencias el consultorio médico de la zona.

Capilla del Carmen, en La Linde


Panera en La Linde. En un lateral se indica que fue construida por Pedro Álvarez en el Año de 1892

   La Linde tiene tres pisos, por así decirlo: la casa solitaria en la carretera del Puerto de Leitariegos; el grupo principal, al poco de coger el desvío hacia el pueblo; las últimas dos casas, más modernas, en lo alto. Hasta hace unos años, su escuela estaba en funcionamiento. Tendremos que estar atentos a la cuneta de la carretera principal, porque muy posiblemente nos pasará desapercibida. Manuel Frade Álvarez, cálido cicerone que nos acompaña en un recorrido por La Linde, desgrana anécdota tras anécdota, nos habla de aquella magnífica casa que un día quiso comprar -por un millón de pesetas de los de antes, que era la mejor del pueblo- y que, por no quererla vender sus dueños y tampoco habitarla, llegó inevitablemente la ruina, de la que ahora es un montón absolutamente invendible. Y en definitiva, su conversación tiene ese poso de pesimismo, de tristeza que asoma en sus ojos grises y su rostro curtido, de ver como su pueblo se vacía, se cae, se desintegra.

La Linde, con el núcleo principal, el más interesante, a la derecha



Braña de Rubial




Rubial. La panera, en el borde izquierdo de la fotografía, ligeramente fuera del pueblo; la capilla de Santa Marina es la pequeña construcción blanca próxima a la última casa del pueblo por el lado derecho de la foto.
A partir de Rubial, el bosque vuelve a cerrarse


   Villacibrán es la localidad de mayor tamaño entre El Otero y Regla de Naviego. No en vano cuenta con dos alojamientos rurales y un bar-tienda. Recientemente se ha acondicionado un buen acceso asfaltado al pueblo que, excepto tres casas, se encuentra por encima de la carretera general. San Pedro de Arbas concentra en sólo tres edificios una iglesia y un palacio parcialmente restaurado. Socarral es un pueblo invisible; sólo si nos desvíamos hacia Tablado de Villacibrán -fíjate dónde fueron a construir un pueblo- lo descubriremos. Tablado -Tablao- es un destino forzoso para los que deseen algo de estímulo. Está allá arriba, colgado en la ladera, de cancerbero de un salvaje valle, manteniéndole la mirada a ese otro magnífico mirador del otro lado del valle que es las Brañas de Saldepuesto.

VillacibránVillacibrán, visto desde las Brañas de La Espina
San Pedro de Arbas, con el inicio del Monte Canao detrás
Iglesia de San Pedro de Arbas
Palacio de los Queipo de Llano
Tablado de Villacibrán
La carretera culebrea para llegar a Tablao
El Monte Canao es el último bosque de entidad del valle del Naviego, ya próximo al final del parque natural. En su mitad occidental se esconde un pequeño hayedo.

 
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